Después de visitar Toulouse la misión emprendió el camino del valle de Arán por el Garona arriba y el valle de Luchón, donde iniciaron la toma de datos en diferentes iglesias de la región. Los cuadernos de notas que excepcionalmente aquí se muestran de J. Gudiol, sobre mobiliario litúrgico, y de J. Puig i Cadafalch, sobre arquitectura, comenzaron a llenarse febrilmente, al mismo tiempo que A. Mas empezaba un intenso reportaje fotográfico. Seguramente entraron en el valle de Arán por el puerto del Portillón, donde les guió el excursionista J. Soler i Santaló, que era gran conocedor del lugar y acababa de dedicarle una extensa guía en 1906.

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Con bastantes dificultades atravesaron el collado de Caldes que les llevó al valle de Boí. Las observaciones que se hicieron allí son las que más trascendencia han tenido, por el hallazgo de piezas escultóricas y el reconocimiento de las pinturas murales en diferentes templos, que fueron explorados sistemáticamente y cuyos planos fueron levantados. Bajaron por el Noguera Ribagorzana y fueron a buscar el valle del Isábena con el objetivo de visitar la antigua catedral de Roda, a la que dedicaron gran atención, y remontaron hasta el viejo monasterio de Ovarra, donde de hecho se concluyó la exploración de una región «llena de recuerdos interesantes para nuestra historia y de monumentos desconocidos por la ciencia arqueológica, por haber estado alejado hasta ahora el esfuerzo individual por las grandísimas dificultades de comunicación», según dejaron dicho en el mismo 1907.

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