Iglesia de Sant Martí de Tost El baldaquín de Tost El cielo pintado de Tost Estructura, proceso creativo y restauración
El cielo pintado de Tost

«No llores; ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David». (Apocalipsis 5,5)
El cielo pintado

Desde siempre el baldaquín fue un atributo de poder que simbolizaba la bóveda celeste. Su función sobre el altar cristiano tiene su origen en la Roma paleocristiana, donde encontramos tanto precedentes para la viga ornamentada (fastigium), en la donada por Constantino a la basílica de San Juan de Letrán, como para el propio baldaquín o ciborium, en el primitivo San Pedro del Vaticano. En el caso de Tost, si la viga ornamentada se puede relacionar con la decoración de los techos de madera pintados de las iglesias catalanas («lignis dedolatis mirifice», dice la consagración de Cuixà de 953) o los iconostasios bizantinos –con los cuales se marcaba el espacio más sagrado de la iglesia–, la tabla-plafón parece reflejar los programas de las bóvedas de los baldaquinos occidentales altomedievales. La decoración de los dos elementos en Tost, viga y tabla-plafón, sirve para dar una imagen de la tierra y el cielo en clave alegórica y escatológica. La viga presenta a ambos lados una decoración pintada en medallones que muestra el mundo, con la lucha entre el bien y el mal, siguiendo
 

el simbolismo moralizante de los Bestiarios ingleses: el guerrero contra el oso diabólico, el falso Centauro amenazando el Toro de Cristo, la seductora Sirena con la deforme Grylla, y el arquero que dispara contra la virtuosa y vigilante Grulla. En el centro, en relieve de yeso antiguamente dorado, se repite el motivo apocalíptico del León de Judá, es decir, el Cristo victorioso sobre el pecado y la muerte (Ap. 5, 5). Finalmente, la tabla-plafón, situada sobre el altar donde se celebraba la Eucaristía, se decora con la promesa de vida eterna, con la representación de la Segunda Venida de Cristo, acompañado de los símbolos de los Evangelistas (el Ángel de Mateo, el León de Marcos, el Águila de Juan y el Toro de Lucas) y mostrando el camino de las tinieblas al cielo: «Yo soy la luz del mundo» (Ego sum lux mundi) (J. 8, 12). A pesar de que se hizo posteriormente, el coronamiento de una crestería decorada con la Santa Cena redundaría en el significado salvífico del sacramento de la Eucaristía.
Créditos